«Ya no me quedan amigos, todos están muertos».
Frase lapidaria que pronuncio el «costilla», «el defensor», «el bien querido del loco de la colina», el más nazi del barrio. Si eso dijiste, en la puerta del cementerio, el día del entierro de tu amigo, que debía ser el único que tenías, no hay nada más que hablar contigo ni con lo que te relacione.
Por muchos años creía que formaba parte de ese selecto club, pero a partir de ese día del verano del 2023 me di cuenta que no formaba parte de ese club. Tu protegido no hacía más que amenazar por todos los medios al que suscribe y entorno de hobby, a los que les hizo la vida imposible, y varios años tardaron en solucionar esas denuncias telemáticas que presentó ante el ministerio correspondiente el padre de esta criatura que hoy deja este mundo. Por lo que aquello que alguno escribió en Telegram o Whatsapp de «muerto el perro, se acabó la rabia», al final fue cierto, va por el padre. Lamentablemente, la locura de este personaje, que se agravó en sus años finales hasta niveles de una esa locura o mania compulsiva hacia los que no hacía lo que a él le parecía lo correcto, hizo más daño de que lo que se esperaba. Pero no vivió lo bastante para ver los resultados. Por lo que ocurra dentro de ese entorno es agua pasada.
Así que, si no te quedan más amigos, chato, te los buscas. El pasado no se puede cambiar. Y mi salud es más importante.

